lunes, 18 de febrero de 2013
En aquellos días el mar tragó el rastro de heridas, la sal dibujo sobre la nueva piel , lo que hace brillar las cupulas internas, el templo humano.Al fondo de mi, una lucecita rompiendo mis talones, desterrando lo erronio entre la espuma marina. Bañandome de todo encanto, como el de las flores al morir.
Su imagen fija, sostenida en un mesita ratona , derretido y hecho agua para mi, caido entre las olas, que en varios intentos se quizo acercar, rozando las puntitas de mis pies, en un suave mimo lejano, quizás un mimo de montaña, fabricado en las grandes alturas, donde la luz del Sol llega en estado puro y destiñe los cristales del alma , atrevido y cruel, pero en el final, solo queda esa luz clara, que alumbra.
No hay rasguño que no inspire ni duela mi amor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario