lunes, 3 de junio de 2013


Ni los esqueletos en mi escritorio , ni las uñas rotas por debajo de la legua me van a decir a mi que yo firme el cadever, solo los dejé morir, los deje colgados en la luz que recae sobre la ventana día a día , sobre la taza del mate cocido, sobre las hojas ya marrones que no quise tocar por miedo a verte venir de la esquina cortada, y a duras penas en mi saludo muerto que no llega a tocar la otra mejellia después del "hola".

Dejé de lado la idea en un principio de guardarlos en la heladera, alguien se los huviese comido, y no corresponde. Comerse algo muerto, mutilado, solo mulita a alguien más, tripa más tripa, rojo al rojo, pero en contratiempo.




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